Para el post de hoy me ha inspirado uno de los temas de mis oposiciones. Sí, ya sé que suena aburrido y muchos lo son. Pero, esta vez, lo que he sentido es indignación al ver como tengo que estudiarme unas páginas irrelevantes totalmente para el empleo que aspiro tener y que más bien responde a algo que queda políticamente correcto.
Me explico. El susodicho tema versa sobre la igualdad de género y las políticas contra la violencia sobre la mujer y como no, me ha hecho reflexionar.
En primer lugar, creo que esta sociedad o, al menos, nuestros políticos y, en particular, los de antaño (recordemos que tanto la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género y la Ley Orgánica 3/2007 de Igualdad Efectiva entre Hombres y Mujeres fueron promulgadas en la legislatura de Zapatero) tienen un complejo de falta de igualdad entre sexos. Así que, el primer paso es creernos que todos somos iguales porque así nos lo reconoce la Constitución, la Carta Europea de Derechos Fundamentales y porque sí, porque Dios, Alá o el Big Bang nos creó sin distinción alguna.
Ya sé lo que vais a decir. Que no hay igualdad efectiva entre hombres y mujeres. Lleváis razón. Pero, ¿qué se hace contra las personas que vulneran las leyes y los derechos? Pues enjuiciarlos y condenarlos. Parece que el derecho a la igualdad es uno especial y tenemos que montar toda la parafernalia del feminismo, incluir en nuestro idioma palabras que no existen o no deberían existir (la RAE ya ha accedido a esta tontería), crear bibliotecas exclusivas para mujeres con bibliografia especializada, obligar a que en las listas electorales y en los consejos de administración haya paridad, etc.
Yo no soy machista, tampoco feminista. Soy mujer y persona e igual a los hombres y me siento humillada porque se hagan todas estas tonterías en mi nombre, en nombre de la mujer. Yo quiero que me valoren en las empresas o en la administración o en mi partido político por mi valía y no porque una ley lo dice. Y si me siento discriminada para eso están los instrumentos judiciales para luchar contra el individuo que vulnera la ley. No quiero ser fiscala ni miembra de nada.
En la otra vertiente de este tema, la violencia de género, también se han hecho muchas barbaridades.
Que la pena por agresión pueda
ascender a entre dos y cinco años de prisión "si la víctima fuere o
hubiese sido esposa, o mujer que estuviere o hubiere estado ligada al
autor por análoga relación de afectividad", mientras que si la mujer
fuera la agresora, la pena no podría superar los tres años de cárcel o el hecho de que baste que una mujer presente una denuncia para que ya se
tomen medidas contra el varón, muchas veces bajo la presunción de que
el hombre es culpable ha vulnerado principios constitucionales tan elementales como la
igualdad ante la ley o el derecho a la presunción de inocencia.
Así han proliferado numerosos casos de denuncias
falsas, muchas veces utilizadas como medio para obtener mejores
condiciones en los procesos de divorcio, que han hecho padecer a muchos
hombres auténticos calvarios hasta que han podido demostrar su
inocencia.
Se supone que lo que hay que combatir por igual es toda situación de
dominio y toda manifestación de violencia que esta genere, con
independencia que sea del hombre sobre la mujer o de la mujer sobre el
hombre.
Naturalmente, se dan muchos más casos de violencia domestica ejercida
por el hombre sobre la mujer que viceversa, pero esto es un dato
estadístico, no un fundamento jurídico. Aunque en este último terreno,
también sea cierto que, ante un mismo hecho delictivo, pueden existir
circunstancias agravantes o atenuantes de cara al castigo, estas
circunstancias no pueden venir predeterminadas
por el sexo del agresor o de la víctima, salvo que se quiera
naturalmente elevar a precepto constitucional la paternalista expresión
de "sexo débil" para referirse al género femenino.
En fin, el tema me lo tengo que estudiar sí o sí, pero esa política no me hará creer que gracias a esas leyes soy más igual a los hombres. Yo me siento igual que ellos, igual de válida para todo porque la igualdad hay que creérsela y después inculcarla para que sea efectiva pero no imponerla.
Silvia Eliche Ramos
Amen
ResponderEliminarSilvia siento mucho que siendo mujer progresista hayas comprado todo el ideario del neomachismo.
ResponderEliminarSi la violencia hacia la mujer se trata de una forma especial es porque realmente es algo distinto y las mujeres que lo han sufrido lo saben, yo puedo pegarte una hostia y es una cosa, si lo hace Miguel detrás hay presión social, relación de dominio, miedo al abandono, sentimiento de culpa y un largo etcétera.
Desde una visión progresista sabemos que igualdad es tratar de forma semejante a lo semejante y de forma distinta a lo distinto, y no estoy diciendo que las mujeres son distintas a los hombres sino que la situación de la mujer en nuestra sociedad es distinta a la del hombre (por desgracia). Cuando tu vas a una entrevista de trabajo te preguntarán si estas casada o si tienes hijos o piensas tenerlos. Si voy yo me preguntarán por lo que sé hacer. Si tu tienes hijos o hijas, se pensaran que vas a faltar al trabajo cuando se pongan malos, si soy yo el que las tengo pensarán que no seré muy problemático porque no puedo permitirme perder el trabajo ya que tengo bocas que alimentar. La realidad es así. Yo, lamentablemente, tendré más oportunidades que tú y sólo una autentica política en igualdad (o sea cuotas de igualdad) puede romper estas dinámicas que llevan siglos en nuestra cultura.
En cuanto al uso idiomático, es imprescindible que empecemos a visualizar que en el mundo también existen mujeres. Yo recuerdo que cuando era niño y me decía: el panadero es el señor que hace pan, la panadera es la mujer del panadero (verídico). Solo utilizando un lenguaje inclusivo podremos tener una generación que cuando se le hable de una jueza no les parezca una rareza o cuando haya una presidenta de una gran compañía todas las personas lo veamos normal.
Solo te pido que no caigas en las garras del neomachismo (no lo ignores que existe).