Estimado Felipe VI, Rey de España. Escribo hoy la primera de lo que espero sean muchas opiniones semanales intentando dar rienda a lo que opino. Inicio estas líneas dirigiéndome a usted, que hoy se juega tanto.
Normalmente la mayoría de ciudadanos piensan que su figura no tiene una utilidad pragmática que vaya más allá de lo meramente decorativo o estético. No les juzgo, al igual que otras instituciones, es difícil apreciar su papel salvo en los momentos en los que no lo cumple. No obstante, son semanas como ésta en la que puede lanzar un mensaje claro a sus ciudadanos, demostrando la necesidad de una figura mediadora en la poco dialogante personalidad mediterránea este país.
Por favor, dialogue y haga dialogar. Con los que le caen bien y con los que no pueda ni ver. Su obligación es que dentro de una semana pueda proponer un candidato (o candidata) que tenga opciones reales de salir elegido. Para ello todos van a tener que hacer concesiones, pero es usted quien debe hacérselo ver. Puede que tal vez sea usted quien deba hacerlas también en primer lugar, y reconocer que al igual que usted, Cataluña es de todos, tragándose el sapo de recibir a sus representantes electos. Porque si no es capaz de lanzar el mensaje de que a pesar de las diferencia, se puede sentar con quien los ciudadanos han elegido, ¿cómo pedir a nuestros políticos que hagan lo mismo?
Majestad tome también la iniciativa, reforme la Constitución. Posiblemente cualquier reforma que venga de un partido sea mirada con suspicacia por sus adversos, por lo que su obligación es liderarla. De lo contrario, si de estas rondas de negociación no sale un candidato se convertirá en otra de las largas instituciones que necesitan una revisión, cuando no directamente desaparecer. Si no desea hacer compañía al Defensor del Pueblo, al Tribunal de Cuentas, al Senado, al Consejo General del Poder Judicial o al Consejo de Estado, actúe, busque un candidato que pueda gobernar.
Puede que no lo sepa, pero en este debate subyace la dicotomía entre Monarquía o República, porque si usted no es capaz de hacer de mediador, tal vez seamos los ciudadanos los que debamos poder elegir al mediador, porque lo que creo está fuera de lugar es que esa figura, al menos en nuestra joven democracia, es más necesaria que nunca.
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