Me permito el lujo de escribirle desde España, ese pais del
sur que a veces da tantos problemas a la Unión Europea y que desde luego no
tiene la solera y el prestigio de ser una democracia consolidada como la de
ustedes.
Reitero mi osadía para exponerle la indignación, no solo mía
sino la de otros conciudadanos europeos al enterarnos esta semana que su
parlamento ha aprobado esta semana una ley que permite la confiscación de bienes
a los refugiados y solicitantes de asilo en todo aquello que supere los 1.340
euros. No pretendo cuestionar su legalidad, ni siquiera la voluntad de la ley,
sino que pretendo hacerle reflexionar sobre la máxima de si "el fin justifica
los medios."
Estimado señor, Europa a pesar de ser considerada como el
viejo continente, no es más que una joven unión de naciones, tan joven que aún
no han pasado los siglos suficientes para olvidar el horror de las grandes
guerras que asolaron nuestro territorio (de la última, la de los Balcanes,
hasta yo que era un niño la recuerdo en los telediarios).
Es por eso que
nuestra imaginación rápidamente se haya trasladado a lo que un día sucedió y
nunca debió hacerlo, a como miles de familias que ya sufrían demasiado se les
arrebató lo que tenían y lo que es peor, a como sufrieron el desprecio de los
que se consideraban sus vecinos.
La aprobación de esta ley creo que no es solo fracaso de
Dinamarca, sino fracaso de toda la Unión Europea. Por desgracia esta noticia no
viene sola, ya que hay que contextualizarla en el marco de la paulatina
desaparición del Espacio Shenguen, una de las joyas de la corona que la Unión
había conseguido, y que en el caso de desaparecer hará desaparecer a la Unión
Europea en sí. Todos los países hemos sido incapaces (como en otras muchas
ocasiones) de dar una respuesta común a
un problema común, y en vez de dar soluciones criminalizamos a las
víctimas.
Lo que tal vez me sorprenda más, he de decírselo, no es que
partidos como el Conservador o el Popular Danés le hayan apoyado, sino que
hasta la socialdemocracia danesa lo haya hecho, lo que me lleva a cuestionar no
sólo el rumbo que toma la Unión Europea, que ya hemos visto que ni está ni se
le espera, sino también uno de los emblemáticos partidos de la Internacional
Socialista, del que siempre uno cree que será garante de las libertades y los
Derechos Humanos.
España no es el ejemplo de nada ni de nadie. Aquí sólo hemos
acogido a 16 de los miles de refugiados que
nos comprometimos a asilar, nuestras vallas con concertinas avergüenzan a
propios y extraños y desde luego nuestro modelo de integración dista mucho de
ser ejemplar. Quiero creer que nuestros gobernantes, del partido que sean, no
solo jamás caerán en la baja tentación de tomar el camino fácil que ustedes han
decidido, sino que emplearán todas las armas (entiéndase, políticas y diplomáticas)
en conseguir que el dislate aprobado por su parlamento jamás se lleve a cabo.
Sinceramente así lo espero.
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