Estimada Barcelona

En el momento de publicación de este post me encuento sentado en un AVE, que ha salido bien temprano de tu estación de Sants rumbo a Madrid. Atrás quedan un puñado de meses en los que me has admitido sin preguntar a qué venía, permitiendome disfrutar de tus calles y tu gente.

Cuando pise por primera vez Barcelona era verano, la ciudad bullía plena de turistas extranjeros y veníamos sin saber muy bien si encontaríamos hogar y con nuestras pertenencias al hombro. Hoy al irme, no solo dejo la que ha sido mi casa (nuestra casa) sino también un puñado de buenos amigos, grandes experiencias laborales y sobre todo la sensación de que él que se va hoy es muy diferente al que llegó.

No engaño cuando digo que sabía que Barcelona me iba a gustar, porque si te alejas de los tópicos con los que mucha gente del sur te embadurna antes de venir descubres que Barcelona es una ciudad muy andaluza, muy mediterránea. Ni he tenido problemas con el catalán, ni los catalanes son (tan) tacaños como dicen, y he de decir que algunos hasta tiene un sentido del humor que cuesta pillar. En ella se mezcla la capacidad fantástica de sentirte en pleno bullicio de una ciudad europea, pero con la tranquilidad y el "know-how" del sur. Como dijo un conocido que estuvo de visita, "si quitas las esteladas parece que estás en la calle Larios".

¿Cómo se despide uno de una ciudad? No tengo respuesta, pero si creo que la mejor manera de despedirse es con un "ya nos veremos", porque lo que si es seguro es que volveremos. Si alguno venís, por favor decidle que Silvia y yo estamos bien, que la echamos de menos, que perdón por no llamar todo lo que deberíamos, y que ya queda menos para que nos volvamos a ver.