18 abr 2016

Estimada Panamá

Es Panamá. Como podía haberlo sido otras muchas regiones y naciones, tal y como nos lo han ido recordando estos días. Bahamas, Jersey, Islas Vírgenes, Hong-Kong, y un, por desgracia, largo etcétera. 

¿Es legal? Puede ¿Es lícito, legítimo, siquiera ético? Cabe dudarlo. No obstante de todos los argumentos que los implicados han conseguido balbucir estos días, hay uno que particularmente acepto: el contribuyente siempre va a intentar pagar menos, y el que diga que no, miente. La lección aquí es que ese ánimo de no contribuir no es (como siempre se nos ha dicho) consustancial al ADN español, sino que se encuentra imbricado en la propia naturaleza humana, en su condición de ser egoísta y carente de empatizar con su similar.


Sin duda hay quien piensa que la sociedad hoy es más corrupta que la de antaño. Que nunca se habían conocido tantos casos de corrupción. Que los de antaño no le llegan ni a la horma del zapato de los de ahora. Se equivoca, hay la misma corrupción, solo que ahora se descubre. Antes rastrear los maletines repletos de billetes que volaban entre fronteras o el contrabando de materias primas básicas. Ahora es tan sencillo como tener conexión a Internet, de manera que en pijama y con el café recién hecho de la mañana puedes operar entre diversas sociedades en varios países del mundo, moviendo dinero sin ningún control.

Afortunadamente, ese desarrollo también ha permitido sofisticadas herramientas de detección de este fraude. Junto a esto encontramos el fenómeno “hackers”. Modernos Robin Hoods que penetran en bases de datos y que permiten filtraciones como las de Wikileaks o la moderna investigación de los Papeles de Panamá. ¿Son ladrones de información o héroes contemporáneos? ¿Merecen castigo o público reconocimiento? Seguramente cuando pase el tiempo, la Historia nos dirá quién fue el ladrón y quien fue la víctima…

No hay comentarios:

Publicar un comentario