Una vez celebrada la romería y descansados los ánimos de
tantos días de fiesta y devoción, toca hacer balance.
Y es que hay una noticia que todos los años se repite y que
por desgracia pocos medios le ponen el foco. Y no es ni el número de romeros ni
las previsiones meteorológicas, sino la muerte de aquellos miembros de la
peregrinación más necesarios y más desconocidos: los caballos.
Según cifras oficiales, en esta edición han muerto seis
caballos y son más de 100 en los últimos siete años. Omisiones tan básicas como
quitarle la silla al caballo cuando se para a descansar, darle de beber o
secarle el sudor han sido denunciadas no sólo por múltiples colectivos
animalistas, sino por el propio responsable del Plan Romero de este año.
Es por ello que les pediría a los romeros y romeras,
presentes y venideros, que sepan que lo que llevan no es un vehículo de tracción
mecánica con ellos, sino un compañero de viaje más, con sus mismas necesidades
y defectos. Y también exigir a las autoridades, fundamentalmente la Junta de
Andalucía, que dentro del amplio dispositivo que se organiza (pagado con
impuestos de romeros y no romeros) de cabida también a agentes encargados de
vigilar y denunciar a los animales que van de romería (y no me refiero a
caballos).
Porque como bien explicaba el responsable del Plan Romero, y
no quito ni una coma: "Los animales no tienen fe, porque la tienen las
personas, pero a veces lo demostramos muy mal, y eso es algo que los rocieros
se tienen que meter en la cabeza".
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