18 jul 2016

Estimados twitteros

Escribo hoy a esa generalidad que, a diario, usa redes sociales para opinar, sugerir, influir o simplemente expresarse. Y es que llevamos ya el suficiente tiempo debatiendo sobre cuáles son los límites tolerados en los comentarios en la Red, y la pregunta es: ¿qué diferencia hay en que se reflexione en la Red o cara a cara?

Desear que alguien se muera, llamar asesino a un matador de toros o simplemente reírse o mofarse de alguien con chistes de mal gusto es, simplemente eso, mal gusto. Si alguien lo hiciera en persona, amén de jugarse que alguien les arreara una leche, posiblemente tampoco mereciera castigo penal, pero si reproche social. Y es ese reproche el que hay que hacer en las redes sociales: bloqueando a usuarios “tóxicos” que vierten este tipo de comentarios, por supuesto no compartiéndolos, en definitiva, sentido común.

Cosa diferente es el carácter delictivo de los comentarios que, en la mayoría de los casos, me parece desproporcionado y hasta el Tribunal Supremo, que no es adalid precisamente del pensamiento progresista, tiene recientes sentencias señalando que no todo lo publicado en redes es delito, y seguramente mucho de lo publicado al que se exige castigo penal únicamente pueda ser perseguido mediante demanda civil contra derecho al honor.

Lo siento pero no me pienso sumar a la criminalización al medio, al instrumento que suponen las redes sociales; así como tampoco criminalizar ideas legítimas como la lucha por la prohibición de la tauromaquia por los comentarios de unos cuantos desquiciados.

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