El Congreso de Suresnes significó la renovación generacional, la recuperación de la dirección del Partido Socialista por los militantes que actuaban en el interior de España, la conexión con la realidad diaria que se vivía en el país, sin influencia o mediatización de la vivida por los exiliados; pero sobre todo supuso la supervivencia de la organización política como fuerza importante para el futuro.
Los dirigentes del exilio habían sabido conservar la legitimidad del socialismo español, pero había llegado el momento de obtener el fruto político de aquella ejemplar tarea del exilio, lo que exigía un nuevo protagonismo, el de los pocos militantes, pero conectados con la realidad de España, que trabajaban en las fábricas y las universidades.
Esto escribía Alfonso Guerra sobre el decisivo Congreso de Suresnes en el año 1974 y del que únicamente se conoce por la "entronación" de Felipe González.
He vuelto hoy a ese texto para intentar buscar algo de ese González que hace ya tiempo que es más parte del "exterior" del histórico PSOE que llevaba tiempo exiliado (por otros motivos) fuera de España, que de los "interiores" que lidiaban cada día con la crudeza de la dictadura. Y es que lo que ahora estalla y es público y notorio es un problema que sacude a la organización hace mucho tiempo, posiblemente desde el propio Suresnes.
Que duda cabe que un grupo de jóvenes sacudieron el panorama político en ese año 74, pero si algo hay que achacarles es no preveer que eso mismo podría pasarles a ellos mismos. Por eso el 15M y la irrupción de nuevos partidos (y la salida del PSOE de muchos entre los que me incluyo) es culpa de esa carcoma, de esa visión histórica del PSOE que hoy amenaza con destruir al partido referente en la izquierda española del último período democrático.
Hoy los del interior son otros, otros que no tendrán reparos en demostrar que hay un PSOE viejo y caduco incapaz de ver que los tiempos han cambiado, que sin verdadera democracia interna no se puede trabajar, que el trabajo colaborativo con otras organizaciones es más imprescindible que nunca y sobre todo, que actuar de espaldas a la realidad social les conducirán ser el PSOE histórico, una breve reseña en los libros de historia.
Los dirigentes del exilio habían sabido conservar la legitimidad del socialismo español, pero había llegado el momento de obtener el fruto político de aquella ejemplar tarea del exilio, lo que exigía un nuevo protagonismo, el de los pocos militantes, pero conectados con la realidad de España, que trabajaban en las fábricas y las universidades.
Esto escribía Alfonso Guerra sobre el decisivo Congreso de Suresnes en el año 1974 y del que únicamente se conoce por la "entronación" de Felipe González.
He vuelto hoy a ese texto para intentar buscar algo de ese González que hace ya tiempo que es más parte del "exterior" del histórico PSOE que llevaba tiempo exiliado (por otros motivos) fuera de España, que de los "interiores" que lidiaban cada día con la crudeza de la dictadura. Y es que lo que ahora estalla y es público y notorio es un problema que sacude a la organización hace mucho tiempo, posiblemente desde el propio Suresnes.
Que duda cabe que un grupo de jóvenes sacudieron el panorama político en ese año 74, pero si algo hay que achacarles es no preveer que eso mismo podría pasarles a ellos mismos. Por eso el 15M y la irrupción de nuevos partidos (y la salida del PSOE de muchos entre los que me incluyo) es culpa de esa carcoma, de esa visión histórica del PSOE que hoy amenaza con destruir al partido referente en la izquierda española del último período democrático.
Hoy los del interior son otros, otros que no tendrán reparos en demostrar que hay un PSOE viejo y caduco incapaz de ver que los tiempos han cambiado, que sin verdadera democracia interna no se puede trabajar, que el trabajo colaborativo con otras organizaciones es más imprescindible que nunca y sobre todo, que actuar de espaldas a la realidad social les conducirán ser el PSOE histórico, una breve reseña en los libros de historia.
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